martes, julio 10, 2007

Claudio Katz (Economista, profesor de la UBA –Argentina.
Investigador del Conicet. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda)

El futuro del MERCOSUR está sujeto al giro que procesan las clases dominantes de Sudamérica. Los grupos capitalistas locales que emergieron con mayor poder de las últimas crisis intentan amoldar la asociación a sus intereses específicos. Agrupan a las fracciones concentradas del empresariado regional, mantienen fluidas conexiones con las grandes empresas extranjeras y ejercen una significativa influencia en las finanzas y la agro exportación. Estos sectores buscan adecuar el MERCOSUR a sus prioridades. Promueven un desarrollo hacia afuera que jerarquiza la especialización en materias primas e insumos industriales, porque pretenden compensar con exportaciones la contracción de los mercados internos. Como aspiran a conseguir un lugar en la competencia global han archivado el viejo esquema de sustitución de importaciones e industrialización hacia adentro. Estas orientaciones explican la actitud de las clases dominantes frente al librecomercio y el endeudamiento externo. Pero plantean un serio conflicto de intereses con Estados Unidos, colocan a Brasil ante un inédito rol y empujan a los gobiernos del MERCOSUR hacia una intervención política más directa en la región…


ESTADOS UNIDOS Y BRASIL


El gobierno de Bush mantiene una reacción contradictoria de incomodidad y satisfacción frente a las acciones políticas del MERCOSUR. Por un lado preferiría liderar directamente las operaciones en su patio trasero para recrear la vieja función virreinal de la embajada norteamericana. Pero por otra parte, la administración estadounidense ha perdido influencia directa y presencia inmediata en esta región y por eso aprueba el rol de estabilizador que cumplen otros estados. En un momento de aislamiento diplomático, carencia de aliados y escasa capacidad de respuesta militar, Bush se congratula del papel sustituto que han asumido los principales gobiernos centroizquierdistas. Ha visto como las tropas de Argentina y Brasil sustituyeron en Haití a los marines en la custodia de un gobierno creado por la CIA. Y también observa como los presidentes del Cono Sur atemperaron la sublevación popular en Bolivia, morigeraron el colapso gubernamental de Ecuador e intentan moderar la radicalización de Chávez. El mantenimiento del status quo transita actualmente ese camino.

Pero las piezas del ajedrez geopolítico se están moviendo velozmente y Brasil intenta aprovechar la coyuntura para convertirse en el líder indiscutido del MERCOSUR. Busca manejar todas las cartas de la diplomacia regional, a través de la creación de la Comunidad Sudamericana de las Naciones. La clase dominante brasileña sabe que para ocupar un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU tiene que mostrar capacidad de control efectivo sobre alguna porción del planeta. La ocupación de Haití constituye un test de este proyecto. Brasil comanda las tropas sudamericanas en la isla para demostrar que puede ejercer un mando militar en el cumplimiento de una “responsabilidad regional”. Qué este operativo se haya instrumentado con el aval de Estados Unidos y legitimando un golpe de estado, no constituye una gran preocupación para el gobierno de Lula. La supremacía de los capitalistas brasileños dentro del MERCOSUR exige no solo predominio comercial, habilidad financiera y preponderancia industrial. También requiere capacidad política, protagonismo político, presencia militar y peso estatal a escala regional…


LAS TENSIONES EN LA CÚSPIDE


El MERCOSUR es un instrumento de las clases capitalistas de Sudamérica para expandir su gravitación económica, su peso político y su influencia social. Estos grupos encaran una nueva etapa del tratado luego del ensayo de apertura y desregulación neoliberal que promovieron durante los 90. Esta frustración ha inducido a una revalorización de la industrialización desarrollista precedente. Nadie reivindica el modelo de protección aduanera y producción centrada en el mercado interno, pero se habla de re industrializar los países, recrear el empresariado nacional y forjar el capitalismo regional. Muchos promotores del MERCOSUR suponen que estos objetivos pueden alcanzarse si las fuerzas políticas y los funcionarios estatales disciplinan a las clases capitalistas y las involucran en un proyecto de crecimiento sostenido y redistributivo. Pero olvidan que esta misma política ya se ensayó en el pasado. Lo que demolió el modelo desarrollista no fue sólo el espontáneo avance de la mundialización, ni la marea destructiva del neoliberalismo. Estos procesos solo destruyeron un esquema que ya naufragaba, por la resistencia de las burguesías nacionales a aceptar –en las condiciones de acumulación de esa época- las demandas de expansión productiva y mejora del poder adquisitivo que planteaba el poder político…

Es probable que el esquema industrialista actual en el MERCOSUR repita la misma tensión entre elites, funcionarios y clases capitalistas, que frustró el antecedente nacional de los años 50 y 60. La mayor asociación internacional de las clases dominantes refuerza esta inestabilidad porque torna más difícil el disciplinamiento estatal de los capitalistas, mientras no se logre forjar una autoridad supranacional…


¿UN MERCOSUR SOCIAL?

…El MERCOSUR es el programa de clases dominantes y plantea un programa adverso para las clases oprimidas. Una alternativa de integración favorable a los intereses populares requiere concebir otro modelo de convergencia zonal. Existe la errónea creencia que el desarrollo de la región necesariamente presupone la consolidación de los grupos capitalistas que promueven el convenio25. Esta visión se basa en la errónea identificación del bienestar de los pueblos con la prosperidad de las clases dominantes, como si los beneficios de este sector no derivaran de la explotación de los trabajadores. Este enfoque oculta que el MERCOSUR es un mecanismo de reforzamiento de esta opresión.

Las normas de librecomercio regional que introduce el tratado multiplican el empobrecimiento y la desigualdad social. Las reglas financieras del convenio favorecen a las grandes empresas en desmedro de los campesinos y la pequeña producción. Los subsidios que contempla el acuerdo aumentan las subvenciones a los capitalistas que ya controlan el poder económico de Sudamérica.

El MERCOSUR no es un proyecto para revertir la explosión de pobreza, miseria y precarización laboral que generó el neoliberalismo. Al contrario, permite convalidar estos atropellos y facilita el aprovechamiento patronal de las condiciones de explotación que ha legado la década del 90. Los capitalistas lucran con la extensión de la miseria absoluta, que ya no afecta sólo a los campesinos expulsados de sus tierras. Este padecimiento se ha extendido a los obreros descalificados y los jóvenes desocupados. El MERCOSUR legitima la tragedia social de Sudamérica y por eso omite la incorporación de los derechos laborales que atenúen la opresión de los excluidos y la explotación de los incluidos…

...Algunos militantes propugnan gestar un “MERCOSUR de contenido social”, pero no aclaran el significado de este concepto. El tratado vigente en Sudamérica tiene un basamento capitalista y este cimiento no cambiará incorporando algunos derechos populares al convenio. El ALCA es el proyecto del imperialismo y el MERCOSUR es el programa de las clases dominantes del Cono Sur. No se puede mejorar el primer proyecto mediante negociaciones y no se puede transformar al segundo a través de la mera presión popular. El MERCOSUR carece de legitimidad social. Ningún sector popular lo percibe genuinamente como una institución favorable a sus intereses. En el mejor de los casos es visto como una abstracción lejana o como una preocupación de funcionarios y empresarios. La unificación desde abajo en Sudamérica exige construir otra integración, con otro programa.

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