viernes, septiembre 14, 2007

La revuelta se tomo las calles la noche del 11

Un policía fue abatido de un tiro en la cabeza en la esquina de La Estrella con Laguna sur(…) . La respuesta fue la obvia: califican al unísono a la totalidad de los manifestantes de delincuentes, narcotraficantes, lumpen, y todos los adjetivos usuales, pero por cierto “olvidan”, que ¡la delincuencia y la marginalidad extrema son consecuencia directa de un sistema estructuralmente barbárico cuya piedra angular es la explotación del hombre por el hombre.

Un policía fue abatido de un tiro en la cabeza en la esquina de La Estrella con Laguna sur, en el populoso barrio de Pudahuel sur, mientras cientos de manifestantes (en su gran mayoría jóvenes) desataban su ira contra el sistema en la furiosa revuelta que se vivió anoche en la periferia de la ciudad. La prensa, los políticos, las fuerzas represivas, los burgueses y el Estado, rápidamente se encargaron se unir fuerzas y desatar una campaña mediática de repudio intransigente a lo ocurrido en las barricadas de la noche del recién pasado 11.
La respuesta fue la obvia: califican al unísono a la totalidad de los manifestantes de delincuentes, narcotraficantes, lumpen, y todos los adjetivos usuales, pero por cierto “olvidan”, que ¡la delincuencia y la marginalidad extrema son consecuencia directa de un sistema estructuralmente barbárico cuya piedra angular es la explotación del hombre por el hombre! Mucho ruido hicieron los medios respecto al nuevo “mártir” de carabineros, mostrando a su viuda e hijos ¿Pero exigieron tanta “justicia” frente al asesinato de Rodrigo Cisterna, Daniel Menco, Cristián Castillo y tantos otros que se desangraron en el pavimento víctimas de las balas policiales? La muerte de este perro de presa obediente del Estado, no devela otra cosa que el irreconciliable conflicto entre clases.
La guerra social existe y ayer se manifestó en forma clara. La policía existe para ejercer el monopolio de la violencia, privilegio del Estado, y cuando los proletarios se levantan y desatan el “caos” que cuestiona todo progresismo de índole burguesa, es obvio que en la batalla callejera, aquellos desclasados que eligieron ser parte del aparato represivo burgués (¡y que orgullosos se sienten de serlo!) de vez en cuando reporten alguna baja.
La cosa trascendente, es que algunos ya perciben aunque sea embrionariamente, que el sistema sólo favorece a una minoría a expensas de la gran masa que se ve obligada a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir (cuando tiene suerte y encuentra empleo), y que por muy buena onda que sea tu jefe, el se encuentra del otro lado de la trinchera en esta guerra a muerte por la abolición de la sociedad de clases y la instauración del comunismo y la anarquía.
Ciertamente no se puede negar que en muchos lugares la protesta nació espontáneamente sin una previa planificación, ni objetivos o reivindicaciones claras y que además muchos de quienes se sumaron a la guerrilla urbana son jóvenes y niños de una condición marginal sin una conciencia de clase muy elaborada (como desearían muchos), pero...¿No son ellos en definitiva los que sufren en carne propia lo peor de las contradicciones que genera el capital en el escalafón más bajo del proletariado urbano y los que realmente no tienen nada que perder? En sus poblaciones la droga, la delincuencia como forma de subsistencia, la pobreza, la nulas oportunidades, el desempleo, la rutina impuesta, es la cruda realidad cotidiana a la que se enfrentan ¿Cómo esperar que se deshagan su frustración de forma “ciudadana”? (método que en la práctica no lleva a ninguna parte).
La violencia del sistema los curtió desde temprano, su violencia es la respuesta natural frente a sus miserables condiciones de existencia. Los jóvenes iracundos atacaron todo aquello que nos destruye y esclaviza de alguna forma, saquearon desde comercios hasta instalaciones escolares (no hay que olvidar que las escuelas son simples aparatos ideológicos del Estado, que nos moldean a su conveniencia), recuperando mercancías que mediante la vía legal impuesta por el orden y moral demócrata (que es en realidad la dictadura del capital, de la burguesía) quizás jamás tendrían la posibilidad de obtener.
Ayer se hizo tangible la exaltada voluntad de no querer soportar más las condiciones que el sistema pretende que felizmente aceptemos. La mayoría sigue dormida, creyendo que vive en el mejor de los mundos posibles, o en algunos casos, se conforma con la mediocre idea de que este modelo es mejor que nada.
El camino está trazado: sólo la destrucción de todo lo que nos convierte en esclavos podrá brindarnos la oportunidad de vivir realmente algún día y para eso el proletariado deberá recurrir a su experiencia histórica de lucha, apostando a la tarea urgente de romper con el aislamiento y la generalización de la alineación que el capital nos ha impuesto.

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